Fragmento de “El Estatus Ontológico de la Teoríade la Conspiración” de Hakim Bey
Aquí una hipótesis:
La historia (con “h” minúscula) es un
tipo de caos. Dentro de la historia están incrustados otros caos, si es que uno
puede usar tales término. El tardío capitalismo “democrático” es uno de
aquellos caos, cuyo poder y control se ha vuelto extremadamente sutil, casi
alquímico, difícil
de localizar, tal vez imposible de definir.
Los escritos de Debord, Foucault y Braudillard han abordado la posibilidad de
que el “poder mismo” está vacío, “desaparecido”, y ha sido reemplazado por la
mera violencia del espectáculo. Pero si la historia es un caos, el espectáculo
sólo puede ser visto como un “atractor extraño” en lugar de como una especie de
fuerza
causal. La idea de “fuerza”
pertenece a la física
clásica y tiene un papel muy pequeño que jugar en la teoría del caos. Y si el
capitalismo es un caos y el espectáculo un atractor extraño, entonces la metáfora puede ser extendida: podemos decir
que las conspiraciones “republicanas” son como los modelos concretos generados
por el atractor extraño. Las conspiraciones no son fortuitas, pero entonces nada es
realmente “fortuito”,
en el antiguo y clásico sentido del término. Una forma útil en la que podemos, por así
decirlo, mirar dentro del caos que es la historia, es mirando a través del
lente proporcionado por las conspiraciones. Podemos creer o no creer que las
conspiraciones sean meras simulaciones de poder, meros síntomas del espectáculo,
pero no podemos desestimarlas como vacías de todo significado.
Más que hablar de teoría conspiratoria
podemos en su lugar construir una poética de la conspiración. Una conspiración
sería tratada como una construcción estética, o un constructo de lenguaje, y
podría ser analizada como un texto. Robert Anton Wilson ha hecho esto con su vasta
y juguetona fantasía
“Illuminati”. Podemos también usar la teoría de la conspiración como un arma de
agit-prop. Las conspiraciones de “poder”
usan la total desinformación;
lo menos que podemos hacer en represalia es localizarla hasta su fuente. Efectivamente debemos evitar la mística
de la teoría de la conspiración, la fantasía
de que la conspiración es todopoderosa. Las conspiraciones pueden ser golpeadas.
Pueden ser incluso derrotadas. Pero temo que no pueden ser simplemente
ignoradas. El rechazo a admitir cualquier validez a la teoría conspiratoria es
en sí mismo una forma
de falsa
ilusión/ciega creencia en el mundo liberal, racional, alumbrado por la luz del
día, en el cual todos tenemos “derechos”, en el cual “el sistema funciona”, en el cual “los valores
democráticos prevalecerán a la larga” porque la Naturaleza lo ha decretado. La
historia es un gran desorden. Tal vez las conspiraciones no funcionan. Pero tenemos que actuar como
si funcionaran.
De hecho los movimientos no autoritarios no sólo necesitan su propia teoría de
la conspiración, necesitan también sus propias conspiraciones. “Funcionen” o
no. Respiremos todos juntos o nos asfixiemos
cada uno en lo nuestro. “Ellos” están conspirando, nunca lo dudes, aquellos
siniestros payasos. No solamente debemos armarnos a nosotros mismo con una
teoría conspiratoria, debemos tener nuestras propias conspiraciones: nuestras TAZs,
nuestro comando de guerrilla ontológica ataca-patrullas, nuestros Terroristas
Poéticos, nuestros instigadores de caos, nuestras sociedades secretas. Proudhon
lo dijo. Bakunin lo dijo. Malatesta lo dijo. Es una tradición anarquista.
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